Diego F. Joseph
Existe una cooperación constante entre animales y microorganismos, probablemente, desde la aparición de los primeros animales. Nuestros cuerpos son capaces de ofrecerles (a los microorganismos) un hábitat protegido y rico en nutrientes, mientras que ellos nos ofrecen el beneficio de sus genes. Al conjunto de microorganismos que habitan en un gran organismo, como nosotros humanos, se lo denomina micriobiota y al global de sus genes se lo denomina microbioma. Los genes de estos microorganismos, además de mantenerlos vivos, nos ayudan en ciertos aspectos. Entre los beneficios están la producción de DHA y ARA que promueven la división de células del cerebro, la digestión de alimentos complejos para que nuestras células puedan metabolizarlos, la estimulación de nuestras células del intestino para producir defensas, entre otros. En definitiva, el “uso” de los genes de nuestros microbios nos ha permitido tener capacidades que probablemente hubiésemos desarrollado en mucho tiempo o quizá nunca.
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