Paola Larrauri
Las interacciones de diversos ecosistemas a escala global son imprescindibles para el equilibrio terrestre. El Sahara es el tercer desierto más grande del planeta, luego de la Antártida y el Ártico (‘desiertos helados’), abarcando todo el norte de África. Cada año, los intensos vientos generan nubes enormes de polvo que realizan un viaje trasatlántico hacia la cuenca del Amazonas donde se dispersan 27.7 millones de toneladas de polvo aproximadamente. Este polvo rico en fósforo, gran parte originario de un antiguo lago ubicado en El Chad, es crucial por su aporte de nutrientes a la flora viva tropical, cubriendo este déficit innato de la región. El cambio climático también afecta este flujo según estudios de Hongbin Yu, científico atmosférico del Centro de Vuelo Espacial Goddard (NASA): el incremento de precipitaciones en el borde austral del Sahara (Sahel) disminuiría el volumen de polvo disponible para ser transportado y por ende, sus fertilizantes intercontinentales.
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